jueves, 1 de mayo de 2008

Ponerología: Una ciencia de la naturaleza del mal

Laura Knight-Jadczyk
Citas extraídas de "El 11-S: la verdad definitiva"
01/05/08

Ponerología Política: Una ciencia de la naturaleza del mal ajustado a fines políticos*

Ponerología: s., división de la teología que trata acerca del mal; doctrina teológica sobre lo maligno o el mal; del griego: poneros, mal.



¿QUÉ ES EL MAL? Históricamente, la cuestión del mal ha sido una cuestión teológica. Varias generaciones de apologistas teológicos han escrito bibliotecas enteras con libros que intentaban certificar la existencia de un Dios Bueno, creador de un mundo imperfecto. San Agustín hizo una distinción entre dos formas de mal: el “mal moral”, el mal que hacen los humanos, por elección propia, sabiendo que están haciendo el mal; y el “mal natural”, lo malo que simplemente sucede (la tormenta, el diluvio, erupciones volcánicas, enfermedades fatales).

Y luego está lo que el psicólogo clínico Andrzej Lobaczewski denomina mal macrosocial: un mal a gran escala que se apodera de sociedades y naciones enteras, y que lo ha estado haciendo una y otra vez desde la noche de los tiempos.

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La historia de la humanidad, cuando se la considera objetivamente, es algo terrible. La muerte y la destrucción acechan a todos, tanto al pobre como al rico, al hombre libre como al esclavo, al joven como al viejo, al bueno como al malo, con una arbitrariedad y despreocupación que, aun si lo contemplamos momentáneamente, puede destruir la capacidad de funcionamiento de una persona normal.

Una y otra vez, el hombre ha visto sus sembradíos y su ganado echarse a perder por la sequía o la enfermedad, sus seres amados atormentados y diezmados por la enfermedad y la crueldad humana, la labor de una vida entera reducida a la nada en un instante por sucesos sobre los cuales no posee ningún control.

El estudio de la historia a través de sus diversas disciplinas ofrece una visión casi insoportable de la humanidad. Los movimientos rapaces de tribus hambrientas, invadiendo, conquistando y destruyendo en la oscuridad de la prehistoria; los invasores bárbaros del mundo civilizado durante las épocas del medioevo, las luchas sangrientas de las cruzadas de la Europa católica en contra de los infieles del Medio Oriente y luego en contra de sus propios hermanos “infieles”; el terror acechador de la Inquisición cuando los mártires apagaban el fuego con su propia sangre. Más tarde viene el holocausto feroz del genocidio moderno; guerras, hambre, pestilencia dando zancadas por el mundo con botas de cien leguas; y nunca nada más aterrorizante que la situación actual.

Todas estas cosas producen una intolerable sensación de indefensión ante lo que Mircea Eliade llama el ‘terror de la historia’.

Hay quienes podrán decir que hoy todo eso ya forma parte del pasado; que la humanidad ha entrado en una nueva fase; que la ciencia y la tecnología nos han traído hasta el punto de lograr acabar con este sufrimiento. Mucha gente cree que el hombre está evolucionando; que la sociedad está evolucionando; y que ahora tenemos el control sobre el mal arbitrario de lo que nos rodea, o que por lo menos lo vamos a tener después de que George Bush y sus neocons hayan tenido 25 años para luchar en la Infinita Guerra contra el Terror. Reinterpretamos o ignoramos cualquier cosa que no apoye esta idea. [...]

A nivel social, el odio, la envidia, la codicia y la contienda se multiplican de manera exponencial. El crimen aumenta nueve veces más rápido que la población. Esto se combina con guerras, insurrecciones y purgas políticas, y se multiplica con millones de personas en todo el mundo que carecen de comida o un techo adecuado a causa de las acciones políticas.

Y luego, por supuesto, sequías, hambre, plagas, y catástrofes naturales incrementan aun más la pérdida de vidas y sufrimiento. Esto también parece estar en aumento.

Aquél que contempla la historia tal cual es, está obligado a darse cuenta de que está siendo oprimido por una existencia dentro de la cual no puede encontrar compasión ni preocupación por su dolor y sufrimiento. Una y otra vez, en cada milenio, los mismos sufrimientos recaen sobre la humanidad millones y millones de veces. La totalidad del sufrimiento humano es algo atroz. Podría seguir escribiendo hasta el fin del mundo utilizando océanos de tinta y bosques de papel sin poder nunca transmitir completamente este Terror. La bestia de la calamidad arbitraria siempre ha estado con nosotros. Ya que en todo el tiempo en que los corazones humanos han bombeado sangre caliente por sus cuerpos demasiado frágiles y han brillado con las dulzuras indescriptibles de la vida y el anhelo de todo lo que es bueno, correcto y digno de ser amado, la bestia despreciadora, acosadora, hambrienta y maquinadora del mal inconsciente se ha frotado las manos anticipando su próximo festín de terror y sufrimiento. Desde el comienzo de los tiempos, siempre ha existido este misterio acerca del estado del hombre, esta maldición de Caín. Y, desde el comienzo de la historia, el grito ha sido: ¡Mi castigo es mayor que lo que puedo soportar!

Se conjetura que, en tiempos antiguos, cuando un hombre percibía esta condición intolerable e incomprensible en la que se encontraba su existencia, creaba cosmogonías para justificar todas las crueldades, aberraciones y tragedias de la historia. Es verdad que el hombre, por regla general, es impotente frente a las catástrofes cósmicas y geológicas, y desde hace tiempo se dice que el individuo promedio no puede hacer nada frente a los violentos ataques militares, la injusticia social, las desgracias personales o familiares, y un gran número de ataques a su existencia, demasiados como para enumerarlos.

En realidad, el mal macrosocial y el mal cotidiano son inseparables. La acumulación a largo plazo del mal cotidiano siempre lleva inevitablemente al Gran Mal Sistemático que destruye a más gente inocente que cualquier otro fenómeno en este planeta.[...]

El Dr. Lobaczewski no estaba proponiendo un estudio “teológico”, sino más bien científico de lo que podemos llamar claramente el mal. El problema es que nuestra cultura científica materialista no admite fácilmente que el mal exista verdaderamente, per se. De Political Ponerology:
Algunos filósofos de hoy en día que desarrollan la metaética están tratando de avanzar en su grado de comprensión, y mientras resbalan a lo largo del espacio flexible que lleva a un análisis del lenguaje de la ética, contribuyen a eliminar algunas imperfecciones y hábitos del lenguaje conceptual natural. Sin embargo, es muy tentador para un científico penetrar este núcleo eternamente misterioso. […]

Si los médicos se comportaran como los eticistas y no estudiaran enfermedades porque sólo se interesaran en estudiar cuestiones de salud, entonces no existiría nada parecido a la medicina moderna. […] Los médicos tenían razón en su hincapié en estudiar la enfermedad antes que nada para lograr descubrir las causas y propiedades biológicas de las enfermedades, y entonces comprender la patodinámica con la que cursan. Una comprensión de la naturaleza de la enfermedad, y el curso que sigue, permite después de todo elaborar y utilizar los métodos curativos apropiados. […]

Entonces surge la siguiente pregunta: ¿no se podría utilizar algún modo de proceder análogo para estudiar las causas y la génesis de otros tipos de mal que azotan a individuos, familias y sociedades? La experiencia le enseñó al autor que el mal es de naturaleza similar a la enfermedad, si bien también posiblemente más complejo y elusivo para nuestro entendimiento. […]

Paralelamente a la perspectiva tradicional, también se puede tratar problemas comúnmente percibidos como morales en base a datos provistos por la biología, la medicina y la psicología, dado que este tipo de factores están presentes simultáneamente en la cuestión como un todo. La experiencia nos enseña que una comprensión de la esencia y génesis del mal utiliza por lo general datos de estas áreas. […]

Puede ser que el pensamiento filosófico haya engendrado todas las disciplinas científicas, pero estas últimas no maduraron hasta no haberse vuelto independientes, basándose en datos detallados y en una relación con otras disciplinas que proporcionaban tales datos.

Alentado por el descubrimiento a menudo “por coincidencia” de estos aspectos naturalísticos del mal, el autor inició la metodología de la medicina; psicólogo clínico y colaborador médico de profesión, tenía estas tendencias de todos modos. Así como ocurre con los médicos y las enfermedades, tomó el riesgo de un contacto cercano con el mal y sufrió las consecuencias. Su propósito consistía en averiguar las posibilidades de un entendimiento de la naturaleza del mal, sus factores etiológicos, y rastrear su patodinámica. […]

Así nació una nueva disciplina: la ponerología. El proceso de la génesis del mal fue llamado, correspondientemente, ‘ponerogénesis’. […]

Es posible obtener ventajas morales, intelectuales y prácticas considerables de una comprensión de la génesis del mal gracias a la objetividad requerida para estudiarlo desapasionadamente. No se destruye el patrimonio humano de la ética al tomar esta aproximación: en realidad se fortalece, ya que el método científico puede ser utilizado para confirmar los valores básicos de las enseñanzas morales.

Comprender la naturaleza de la patología macro-social nos ayuda a encontrar una actitud saludable y a proteger así nuestras mentes de ser controladas o envenenadas por los contenidos de la enfermedad y la influencia de su propaganda.

Sólo podemos conquistar este enorme y contagioso cáncer social si entendemos su esencia y sus causas etiológicas.

Dicha comprensión de la naturaleza de los fenómenos conduce a la conclusión lógica de que, hoy en día, las medidas a tomar para curar y reordenar el mundo deberían ser completamente diferentes de las empleadas hasta este momento para resolver conflictos internacionales. También es cierto que, tan sólo el hecho de poseer el conocimiento y la consciencia de los fenómenos de la génesis del mal macro-social puede comenzar a sanar individuos y ayudarlos a que sus mentes recobren la armonía.[…][Andrzej Lobaczewski, Ponerología Política]

*Una discusión basada en el trabajo de Andrzej Lobazcewski, PhD, ahora publicada como Political Ponerology, (Red Pill Press, 2006). Disponible en inglés y en francés, y próximamente en español.

miércoles, 30 de abril de 2008

Psicopatía política: los arribistas

Carlos Báez Evertsz
Clave Digital
29/04/08

Los psicólogos D.L. Paulhus y K.M. Williams, han expuesto lo que denominan la “tríada oscura”, es decir, unas personalidades psicopáticas, que incluyen tres tipos. Los que textualmente llaman los “autopromotores aberrantes”, lo que la gente denomina comúnmente, arribistas y en otras latitudes llaman trepas; los maquiavélicos y los narcisistas.

Vamos a referirnos, brevemente, a los arribistas o trepas. Su rasgo definitorio es que intentan ascender sin importarles cómo y barriendo con todos los obstáculos que se encuentran de por medio. Suelen ser una versión de Dr. Jeckyll o Mr. Hide, adaptando su discurso y conductas según quien tenga delante.

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Suelen presentarse como el más fiel, leal, dócil, incluso servil, seguidor del dirigente o jefe al que se arriman para trepar. Se pegan a él como una lapa para esperar su oportunidad. Mientras otros miembros del grupo cercano al dirigente muestran sus discrepancias, le objetan en algún punto, lo que caracteriza al arribista es su extrema prudencia. Y su capacidad de adular...a los poderosos. Huye de los débiles, de los que carecen de poder, dinero o prestigio social.

De esa manera, mientras otros dirigentes, mejor considerados y con más experiencia, chocan entre sí. Éste permanece siempre “flotando” entre las disputas, buscando la síntesis que equilibra posiciones contrapuestas, y evitando mostrar un perfil definido.

Llegado un momento, el jefe o esos mismos dirigentes con mayores conocimientos, experiencias o prestigio en su organización, prefieren proponerlo a él para puestos de importancia, que a otros de sus pares o semejantes, a los que estiman con personalidades más fuertes o más combativos en sus posiciones.

Como el famoso personaje de la novela de Kosinzki, “Desde el jardín”, forja su prestigio por la no discrepancia, y por decir frases o lugares comunes generales que cualquiera puede admitir, y que dichas de una manera solemne o retóricamente correcta, le forjan un cierto prestigio. Le eligen no tanto por sus cualidades relevantes, sino porque es admitido por los diferentes grupos, al ser, en el fondo, minusvalorado por todos ellos. En definitiva, todos creen que lo van a manipular y utilizar. Y resultará al revés.

Cuando está ya mejor situado en la organización comienza a utilizar sus armas de la auto propaganda, el marketing personal (saber venderse), y no se arredra en levantar calumnias bien distribuidas y calculadas para eliminar o desprestigiar a sus competidores o enfrentarlos entre sí. Hay que decir, que usar esas armas no le produce ningún tipo de revulsivo moral. Se trata de buscar su interés personal y para este tipo de psicópatas, eso lo justifica todo.

Ortega y Gasset decía de un cierto tipo de políticos, que veían a los demás, a los otros, como simples agarraderas, empuñaduras que se cogen para ser usadas en función de sus propósitos. El arribista, el trepa, ve a las personas como medios, instrumentos para sus fines individuales.

Es además un individuo de cuidado, una persona peligrosa para quien denuncia sus métodos, porque como personalidad psicopática que es, guarda una gran dosis de rencor y desprecio, para los que no son como él, y además, no puede engatusarlos y envilecerlos.

Una vez que estos psicópatas alcanzan una posición de poder en una organización se van convirtiendo en una amenaza tremenda para ella, ya que si es un arribista de "pura cepa", hará todo por acumular el mayor poder posible en sus manos. Irá prescindiendo de sus ex compañeros, para irlos sustituyendo por personas que le deban todo a él. De manera, que el camino de su ascensión va siempre cubierto de los cadáveres de sus antiguos compañeros.

En nombre de “modernizar”, “reformar”, “adaptar” la organización, el Estado, la administración, los irá sustituyendo, porque ya no están a la altura de los tiempos o de los objetivos que se deben alcanzar. Se rodeara de recién llegados, “seguidores incondicionales” a su persona, y tratará de seguir ascendiendo, como trepador nato, hacia esas cumbres a las que se cree está llamado para cumplir su destino personal manifiesto.

Bruselas, 6 de abril de 2004

Comentario: Como Andrew Lobaczewski escribe en "Ponerología Política"

En cualquier sociedad de este mundo, individuos psicopáticos y algunos de los otros trastornados crean una red ponerogénicamente activa de confabulaciones en común, parcialmente enajenadas de la comunidad de gente normal. Un cierto rol inspirador de la psicopatía de base en esta red también parece ser un fenómeno corriente.
Son conscientes de que son diferentes a medida que van obteniendo experiencia de vida y se familiarizan con las distintas maneras de luchar por sus objetivos. Su mundo está dividido para siempre en “nosotros y ellos” (su mundo con sus propias leyes y costumbres y ese otro mundo extraño lleno de ideas descabelladas y de costumbres a la luz de las cuales ellos son condenados moralmente).
Su ‘sentido del honor’ los invita a engañar y a injuriar a ese otro mundo humano y sus valores. En contradicción con las costumbres de la gente normal, ellos sienten que no cumplir con sus promesas y obligaciones es un comportamiento habitual.
También aprenden cómo sus personalidades pueden llegar a tener efectos traumatizantes en las personalidades de esa gente normal, y cómo sacar ventaja de esta raíz del terror para alcanzar sus objetivos.
Esta dicotomía de mundos es permanente y no desaparece ni siquiera si ellos logran hacer realidad sus sueños de obtener poder por encima de la sociedad de gente normal. Esto demuestra que la separación está biológicamente condicionada.
En esta gente un sueño emerge como una cierta utopía juvenil de un mundo ‘feliz’ y de un sistema social que no los rechazaría ni los forzaría a someterse a las leyes y costumbres cuyo significado les es incomprensible. Sueñan con un mundo en el cual prevalecería su manera simple y radical de experimentar y percibir la realidad; en donde se les aseguraría, por supuesto, la seguridad y la prosperidad. Esos ‘otros’ –diferentes pero también más capacitados técnicamente– deberían ser puestos a trabajar para lograr este objetivo. ‘Nosotros’, después de todo, crearán un nuevo gobierno, uno de justicia. Están preparados para luchar y sufrir por el bien de dicho nuevo mundo feliz, y también por supuesto, para infligir sufrimiento en los demás. Esa visión justifica asesinar a gente cuyo sufrimiento no los conmueve porque ‘ellos’ no son lo suficientemente conespecíficos. [Andrew Lobaczewski, Ponerología Política]

domingo, 6 de enero de 2008

El Crepúsculo de los Psicópatas

Dr. Kevin Barrett
The Canadian
5/01/2008
Traducido por Señales de los Tiempos


yournyc.com


“Nuestra sociedad está dirigida por dementes con objetivos dementes. Creo que estamos siendo dirigidos por maniáticos para fines maniáticos y creo que me pueden encerrar como demente por expresar esto. Esto es lo que es demente.” – John Lennon, antes de ser asesinado por Mark David Chapman, sujeto de control mental de la CIA.

Cuando a Gandhi se le preguntó su opinión de la civilización occidental, respondió que sería una buena idea. Pero esas palabras tan citadas son engañosas porque asumen que la civilización es una bendición sin límites.

La gente civilizada, se nos dice, vive pacífica y cooperativamente con sus semejantes, compartiendo la labor necesaria para obtener el tiempo libre de desarrollar las artes y las ciencias. Y mientras que eso sería una buena idea, no es una buena descripción de lo que ha estado ocurriendo en las llamadas culturas avanzadas durante los últimos 8,000 años.

La civilización como la conocemos es en gran parte la creación de psicópatas. Todas las civilizaciones, la nuestra incluida, han estado basadas en esclavitud y “guerra”. A propósito, el último término es un eufemismo para el asesinato en masa.


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La receta prevaleciente para una civilización es simple:

1) Utilizar mentiras y lavado de cerebro para crear un ejército de asesinos en masa controlados y sistemáticos.
2) Utilizar ese ejército para esclavizar a grandes números de personas (en otras palabras tomar control de su poder de trabajo y sus frutos);
3) Utilizar el trabajo esclavizado para perfeccionar el proceso de lavado de cerebro (utilizando el excedente económico para emplear escribanos, sacerdotes y hombres de relaciones públicas). Luego regresar al primer paso y repetir el proceso.

Los psicópatas han jugado un papel desproporcionado en el desarrollo de la civilización, porque están predispuestos a mentir, matar, lastimar y en general provocar enorme sufrimiento en otros seres humanos sin sentir ningún remordimiento. El inventor de la civilización – el primer jefe tribal que exitosamente fue capaz de lavar el cerebro a un ejército de asesinos masivos controlados – fue casi sin duda un psicópata genético. A partir de ese importante descubrimiento, los psicópatas han disfrutado de una ventaja significativa sobre los no-psicópatas en la lucha por el poder en las jerarquías de las civilizaciones – especialmente las jerarquías militares.


"Relájate, sólo dije que estábamos moralmente
en bancarrota".

Las instituciones militares están hechas a la medida por asesinos psicopáticos. El aproximadamente 5% de varones humanos que no siente ningún remordimiento por matar a sus semejantes seres humanos son los mejores soldados. Y el 95% que son extremadamente reacios a matar resultan muy malos soldados – a menos que se les lave el cerebro con sofisticadas técnicas modernas que los convierten (esperamos que temporalmente) en psicópatas funcionales.

En su libro On Killing, el Teniente Coronel David Grossman ha reescrito la historia militar para subrayar lo que otras historias ocultan: el hecho de que la ciencia militar se trata menos de estrategia y tecnología que de superar la resistencia humana instintiva de matar miembros de nuestra propia especie. La verdadera “Revolución en Asuntos Militares” no fue el paso a alta tecnología de Donald Rumsfeld en el 2001, sino el descubrimiento del General Brigadier S.L.A. Marshall en los años 40s de que sólo entre 15 y el 20% de los soldados de la Segunda Guerra Mundial sobre la línea de fuego disparó sus armas: “Aquéllos (80-85%) que no dispararon no corrieron ni se escondieron (en muchos casos estuvieron dispuestos a arriesgarse a enormes peligros para rescatar camaradas, tomar municiones o enviar mensajes), pero simplemente no le dispararon al enemigo, incluso al ser enfrentados con repetidas olas de cargas banzai” (Grossman, p. 4).

El descubrimiento de Marshall y la investigación subsecuente probó que en todas las guerras previas una pequeña minoría de soldados – el 5% que son psicópatas de nacimiento, y quizá unos pocos imitadores temporalmente dementes – hicieron casi toda la matanza. Los hombres normales sólo siguieron con la rutina y, de ser posible, se rehusaron a tomar la vida de un soldado enemigo, incluso si eso significaba renunciar a la suya propia. La implicación: Las guerras son asesinatos masivos ritualizados de psicópatas por no psicópatas. (¡Esto no puede ser bueno para el legado genético de la humanidad!)

El trabajo de Marshall provocó una revolución copernicana en la ciencia militar. En el pasado, todo mundo creía que el soldado dispuesto a matar por su país era la norma (heroica), mientras que uno que se rehusaba a pelear era una aberración (cobarde). La verdad resultó ser que el soldado normativo era representado por el cinco por ciento psicopático. La mayoría cuerda prefería morir que pelear.

La implicación, demasiado atemorizante para ser digerida por completo incluso por quienes son como Marshall y Grossman, era que las normas para el comportamiento de los soldados en batalla fue impuesta por psicópatas. Eso quería decir que psicópatas estaban en control del ejército como institución. Peor aún, quería decir que los psicópatas estaban en control de la percepción de la sociedad de asuntos militares. Evidentemente los psicópatas ejercieron una enorme cantidad de poder en la sociedad aparentemente sana y normal.



¿Cómo puede ser esto? En Ponerología Política, Andrzej Lobaczewski explica que los psicópatas clínicos disfrutan de ventajas incluso en competencias no-violentas de escalar rangos de jerarquías sociales. Porque pueden mentir sin remordimiento (y sin el estrés psicológico que los delata y que es medido por pruebas de detector de mentiras), los psicópatas pueden siempre decir lo que sea necesario para obtener lo que quieren. En la corte, por ejemplo, los psicópatas pueden decir mentiras extremadamente descaradas de manera creíble, mientras que sus oponentes cuerdos tienen la desventaja de una predisposición emocional de permanecer cerca de la verdad. Muy a menudo, el juez o jurado imagina que la verdad debe estar en algún sitio a la mitad, y luego emite decisiones que benfician al psicópata. Como con los jueces y jurados, igual ocurre con aquéllos a cargo de tomar decisiones concernientes a quién promover y a quién no promover en jerarquías corporativas, militares y de gobierno. El resultado es que todas las jerarquías quedan inevitablemente cargadas de psicópatas.

Los llamados teóricos de la conspiración, algunos de los cuales merecen la connotación peyorativa de ese término tan abusado, a menudo imaginan que sociedades secretas de judíos, jesuitas, banqueros, comunistas, bilderberguers, extremistas musulmanes, papistas y demás, están secretamente controlando la historia, cometiendo actos maliciosos y/o amenazando con tomar el mundo. Como un “teórico de la conspiración” líder, de acuerdo a Wikipedia, me siento eminentemente calificado para ofrecer una teoría de la conspiración alternativa que, al igual que la teoría de la conspiración alternativa del 11-S, es más sencilla y más precisa que la prevaleciente sabiduría convencional: La única conspiración que importa es la conspiración de los psicópatas contra el resto de nosotros.

Detrás de la aparente demencia de la historia contemporánea se encuentra la demencia real de psicópatas luchando por preservar su poder desproporcionado. Y a medida que el poder se ve cada vez más amenazado, los psicópatas se desesperan más. Estamos presenciando la apoteosis del supramundo – el sindicato criminal o el grupo de sindicatos superpuestos que se mueve por encima de la sociedad y ley ordinaria del mismo modo que el submundo se mueve por debajo de ellos. Con el 11-S y las guerras del 11-S estamos viendo la toma de poder final o “jugada final” desesperada de bandas brutales y astutas de dirigentes de narcotráfico de la CIA y presidentes asesinos; banqueros internacionales lavadores de dinero y sus asesinos a sueldo, en términos económicos y demás; contratistas militares corruptos y sus entusiastas generales; depredadores corporativos y sus ayudantes políticos; lavadores de cerebro y violadores de mentes eufemísticamente conocidos como expertos en operaciones psicológicas y especialistas de relaciones públicas – en breve, toda la enferma pandilla de psicópatas certificados que dirigen nuestra llamada civilización. Y se están asustando. Fue su terror de perder el control el que proyectaron sobre el resto de nosotros al derribar las Torres Gemelas e incitar terror y odio psicopático temporal en el público norteamericano.



¿Por qué teme la patocracia que está perdiendo el control? Porque se siente amenazada por el esparcimiento del conocimiento. El mayor temor de cualquier psicópata es el ser descubierto. Como dijo George H. W. Bush a la periodista Sarah McClendon en diciembre de 1992, “Si la gente supuera lo que hemos hecho, nos perseguirían por las calles y nos lincharían”. Dado que se ha reportado que Bush ha participado en fiestas donde prostitutas niñas fueron sodomizadas y abusadas, entre sus muchos otros crímenes, su declaración a McClendon debería ser tomada en serio.

Los psicópatas van por la vida sabiendo que son completamente diferentes de otras personas. Aprenden rápidamente a esconder su falta de empatía, mientras que estudian cuidadosamente las emociones de otros para imitar la normalidad mientras que manipulan con sangre fría a los normales.

Hoy, gracias a nuevas tecnologías de la información, estamos al borde de desenmascarar a los psicópatas y construir una civilización de, por y para el ser humano normal – una civilización sin guerra, una civilización basada en verdad, una civilización en la que los pocos santos en lugar de los pocos diablos graviten hacia las posiciones de poder. Ya tenemos el conocimiento necesario para diagnosticar a las personalidades psicopáticas y mantenerlas fuera del poder. Tenemos el conocimiento necesario para desmantelar las instituciones en las que los psicópatas florecen especialmente – agencias militares y de inteligencia, grandes corporaciones y sociedades secretas. Simplemente necesitamos diseminar este conocimiento y la voluntad de hacer uso de él tanto como sea posible.

Por encima de todo, necesitamos informarle al público acerca de cómo los psicópatas asimilan y corrompen a los seres humanos normales. Un modo en que hacen esto es manipulando la vergüenza y la negación – emociones foráneas para los psicópatas pero comunes y fácilmente inducidas entre los normales.

Consideren cómo reclutan nuevos miembros las bandas y sociedades secretas (gremios de psicópata disfrazados). Algunas bandas criminales y sectas satánicas exigen que sus candidatos a ser admitidos cometan un asesinato y “se ganen el rango”. Cráneo y Huesos, la sociedad secreta basada en Yale que provee a la CIA de narcotraficantes, violadores de mentes, abusadores de menores y asesinos profesionales, requiere que los neófitos se acuesten desnudos en un ataúd en frente de miembros mayores y se masturben mientras recitan la historia sexual entera del candidato. Al forzar al neófito a llevar a cabo comportamiento ritualizado que sería horrendamente vergonzoso en la sociedad normal, el gremio de psicópatas destruye la personalidad normal del candidato, asumiendo que tuviera una en primer lugar, y convierte al individuo en una sombra asimilada, corrompida y degradada del ser que era – un psicópata fabricado o aprendiz de psicópata.

Esta manipulación de la vergüenza tiene el beneficio añadido de convertir a las organizaciones psicopáticas efectivamente invisibles ante la sociedad normal. A pesar de reportes de medios fácilmente disponibles, los votantes norteamericanos del 2004 simplemente se rehusaron a ver que los dos candidatos presidenciales de los grandes partidos se acostaron desnudos en un ataúd masturbándose en frente de miembros más viejos de Cráneo y Huesos para ser admitidos y convertirse en miembros del supramundo criminal. Del mismo modo, muchos norteamericanos se han rehusado por mucho tiempo a ver que los elementos pro-guerra del supramundo, operando a través de la CIA, han obviamente sido los asesinos de JFK, MLK, RFK, JFK Jr., Malcolm X, Che, Allende, Wellstone, Lumumba, Aguilera, Diem y otros innumerables líderes relativamente no psicopáticos. Se rehúsan a ver el continuo asesinato de millones de personas alrededor del mundo en lo que equivale a un holocausto norteamericano. Se rehúsan a ver la evidencia de que los gemios psicoáticos que controlan las más poderosas instituciones norteamericanas utilizan las más horribles formas de abuso sexual imaginable para inducir desórdenes de personalidad múltiple en víctimas infantiles y luego utilizar a los resultantes esclavos de control mental como narcotraficantes, prostitutas, candidatos de Manchuria e incluso enviados diplomáticos desechables. Y por supuesto se rehúsan a ver que el 11-S fue un trabajo interno transparentemente obvio, y que su propio aparato de inteligencia y militar dominado por psicópatas está detrás de casi cada una de las mayores atrocidades terroristas de décadas recientes.

Todo este comportamiento psicopático en la cúspide de la jerarquía social es simplemente demasiado vergonzoso para que la gente ordinaria lo vea, de modo que voltean la mirada, del mismo modo que las esposas de maridos que abusan sexualmente de sus hijos a veces se rehúsan a ver lo que está ocurriendo en plena vista. Si la negación profunda fuera un río en Egipto, la ceguera voluntaria de los ciudadanos norteamericanos sería más como el Pozo de las Marianas.

Pero gracias al poder del Internet, la gente en todas partes está despertando. El único candidato republicano presidencial obviamente no psicopático, Ron Paul, también es el único candidato de cualquier partido con un significativo apoyo de base.

Si el “amor” está insertado en la Revolución que Ron Paul anuncia, es porque el Dr. Paul – un médico gentil y de dulce hablar que ha asistido el parto de más de 4,000 bebés – implícitamente reconoce que el gobierno es la invención y herramienta de psicópatas, y por lo tanto debe ser estrictamente limitado en alcance y sujeto a un riguroso sistema de chequeos y contrapesos, para que las herramientas de los psicópatas, miedo y odio, no reemplace al amor como el pegamento que une a la sociedad.

El declive del militarismo desde la Segunda Guerra Mundial en países avanzados, el esparcimiento del alfabetismo y las tecnologías de la comunicación, y las crecientes demandas de la gente por una vida mejor, juntos representan una fuerza aglomerante que aterroriza a los patócratas, (esas bandas de psicópatas alternativamente competidoras y cooperativas que han gobernado a través de mentiras, miedo e intimidación desde el inicio de la llamada civilización).

Ya que las armas nucleares han hecho a la guerra obsoleta, la patocracia está aterrorizada de que su mecanismo de control social favorito – asesinato masivo ritualizado – esté cada vez menos disponible. Y si la guerra fue la gran tragedia humana, el patético intento de los patócratas de sustituirla – la transparentemente falsa “guerra contra el terrorismo” – la repite como extrema farsa.

Ciertamente, estamos atestiguando el crepúsculo de los psicópatas. Si en sus espasmos de muerte tienen éxito en bajar la cortina de la noche eterna sobre todos nosotros, o si los resistimos y sobrevivimos para ver el amanecer de una civilización digna del nombre, es la gran decisión en la que el resto de nosotros, tan humildemente como sea, estamos participando ahora.


Acerca del autor:

El Dr. Kevin Barrett, cofundador de la Alianza Musulmana Cristiana Judía para la Verdad del 11-S, LINK, ha enseñado inglés, francés, árabe, civilización norteamericana, humanidades, literatura africana, folklor e islam en colegios e universidades en el área de la bahía de San Francisco, París y Madison, Wisconsin. Barrett se convirtió en activista de la verdad del 11-S en el 2004 luego de leer The New Pearl Harbor de David Griffin y llevar a cabo investigación de seguimiento que lo convenció de que Griffin había resumido con precisión la evidencia indicando que el 11-S fue un trabajo interno.

En verano del 2006, legisladores republicanos estatales y comentaristas de noticias de Fox exigieron que Barrett fuera despedido de su trabajo enseñando una clase introductoria de islam en la universidad de Wisconsin-Madison, pero la universidad se rehusó y Barrett obtuvo altas calificaciones de sus estudiantes. Ha aparecido en muchos documentales, da pláticas sobre el 11-S y tiene tres programas de radio en tres diferentes redes patriotas.

Comentario SDLT: Para más información acerca del proceso de "ponerización" y las "asociaciones ponerogénicas", términos acuñados por Andrzej Lobaczewski para explicar la expansión del mal y la psicopatía dentro de la sociedad, invitamos a nuestros lectores a leer este artículo, o el libro El 11-S: la verdad definitiva, de Laura Knight-Jadczyk y Joe Quinn, que contiene un resumen muy completo del libro de Lobaczewski. Ponerología Política estará disponible en español en los proximos meses.